Carta a un desconocido sin remitente || 2 || No digas que de esa agua no has de beber.

Hola tú, de nuevo.

Pues he seguido mucho mejor. Empezaré ya con las confesiones y es que hubieron otros meses de estar al borde del colapso mental y nervioso, pero logré saltarlos y parece que una buena racha se acerca. Espero que dure.

Seguramente te estás preguntando en qué quedó todo ese enredo de la vez anterior, y bueno, precisamente vengo a contarte que hay un dicho muy sabio que se ha cumplido ya dos veces (o quizá tres, pero no estoy dispuesta a contar esa vez, no todavía). El dicho dice así "Nunca digas que de esa agua no beberás", y por mi parte le he añadido "porque es ahí donde terminarás revolcándote"

Con eso de seguro ya te imaginas por donde va la cosa, y sí, se podría que he vuelto con él; que le he perdonado.

(¿Le he perdonado?)

Bueno, no estoy muy segura de eso último, pero debo reconocer que es muy bueno conquistando la voluntad, y que logrará grandes cosas con esa buena labia que se carga. Y sí, se ha esforzado por demostrar que le importo, pero comienzo a pensar que no me interesan tanto esas pobres demostraciones. 

(O quizá sí, sólo un poco)

El chiste es que las cosas están cambiando. Estoy tratando de tomar decisiones que me hagan bien y que curen mi cuerpo, porque tengo esa mala manía de ser perfeccionista y de tirarle tanta mierda a mi preciado yo físico que la factura cada vez se hace más larga. Mucho de la mejora que podemos tener es la voluntad.

Y debo confesarte que estoy esperando tener la voluntad de decirle adiós, tal como lo hice con un cruz que cargué antes. Estoy esperando un algo definitivo; ese algo que me hará (por fin) tirar todos los buenos momentos y sacar las bolsas negras llenas de recuerdos rotos, lágrimas secas y promesas sin cumplir, fuera definitivamente de mi vida. 

Hacer limpieza en mi alma y corazón, la primera vez, me tomó ocho años. Ocho largos y angustiosos años. Espero que esta vez me tome la mitad del tiempo (ya van dos, vamos por menos). No es fácil reponerse de un corazón roto, lo sé bien aunque era un conocimiento que no deseaba poseer, y tiene su tiempo de duelo. Sigo pensando que despedirte de la familia es más doloroso y no se compara por que un él o una ella no te volteen a ver, pero sigue siendo una herida que lleva su tiempo en sanar. 

Como verás no he tenido mucho avance en mis peripecias, de hecho tuve que tragarme un dolor amargo por empatía, pero ese es harina de otro costal. Pero de alguna manera seguimos avanzando. Tengo fe, ilusiones y esperanzas en que las cosas mejorarán, aunque sea a paso de hormiga. 

Otra vez, gracias por leerme. 

 

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