Lectomaniática

  A ella: Quiero pedirle una disculpa. Antes no conocía lo que era la sororidad. Si bien es normal cometer errores, odio terriblemente a esta sociedad que nos ha puesto las unas contra las otras. Las unas contra las  otras. Como si no fuéramos hermanas. Como si no sintiéramos en la propia piel                                                  los dolores de otras. De haberte conocido,  lo que más lamento, es no haberme detenido en favor de ella. Hermana, no te dejes manipular tú también.  Escapa. Mereces más que conformarte. 

¿Fue fácil dejarnos? Por mi parte, no. Aunque debo decir que no fue tan complicado como esperaba.  Claro, por supuesto que te lloré. Ya tengo que aceptar que no había amado a nadie como te quise a ti: con todos los pedazos de mi confundida e inocente alma. Fuiste el primero. Me diste sonrisas a las que no me creí con derecho. Me hiciste sentir especial. En tus brazos creí que podría ser amada, merecedora de suspiros que no fueran capaz de dejarme marchar... Un dulce engaño, pero dime: ¿quién no ha querido un poco de cariño para aferrarse a respirar? Ya me he despedido más veces de las necesarias para cien vidas, así que no ameritamos otra más, pero me pregunto: ¿cuántos poemas crees que escribí para desahogarme de ti?

Así me siento hoy. Y esta canción me hizo sonreír. No sé cuántos años llevo luchando, no sabía cuánto cansancio  tenía acumulado, pero de a poco entendí que soy más de lo que dicen. Y más importante: no soy lo que otros dicen.  Nunca estuve más insegura de lo que soy pero nunca estuve tan segura de lo que no soy. No soy un juguete para tu deleite. No soy la chica que secará tus lagrimas. No soy la persona que curará tu alma ni soy aquella que te echará en falta. No soy las palabras que murmuran por la calle ni un incubadora de niños para la sociedad. No soy invencible ni vulnerable. No soy diversión para el publico fantasmal. Definitivamente no soy  la que hace una década se quería matar. Soy más que mi cuerpo al caminar, o la piel que brilla bajo el sol. Soy un experimento propio, una sustancia en ebullición, una investigación con cambios de hipótesis constantes. Soy brillo y oscuridad. Soy todo lo que no soñé jamás,  para bien, para mal, para el gris que urge a esta sociedad. Me tomo

Prometí dejarte ir definitivamente pero es más fácil morderme los labios y decir  "mañana". Uso mis letras como pretexto para recordarte. Me miento constantemente  sobre haberte soltado, pero ambos sabemos que verdad no es. Hay un punto en las películas, ese cuando se cierra la gran pantalla suena la canción bonita, se dan el último beso a cámara y la pantalla se tiñe de negro y blanco con créditos de quienes parieron tal peliculón. Siempre me pregunto lo que viene después. ¿Ellos tuvieron hijos? ¿Alguien murió? ¿El físico de alguno cambió? ¿Acaso dejaron la pasta dental sin tapa o alguien olvidó poner otro rollo de papel? ¿Los trastes de la cena se acumulan y rebosan hasta que la discusión hace que cada uno hulla o tienen acuerdos desde el día uno? Tantas preguntas, tanta realidad, y todo para convencerme de que ninguna historia tendrá el final de sueños. Y que si buscamos un final, entonces no queremos vivir más. De todas formas, si algo de todo esto es real, estaría aquí, 

Apenas me pusiste un par de dedos y tu respiración sobre mi piel para darle vueltas a mi mundo. No me postraré a tus pies porque nunca más lo haré ante un hombre, pero soy vulnerable contigo tal como tu ser se derrite entre mis dedos.  El anhelo que tienes por mi cabello, por mi sonrisa, por mi existencia y mi seguridad me dicen con más fuerza que todas tus palabras lo mucho que te importo. No me pediste que me quedara, sino que volviera, y eso ya es decir sobre lo mucho que me amas. Porque no cortaste mis alas, sino que me diste un barco para navegar hacia mi destino y un puerto donde atracar al volver.  Me pediste que volviera, aunque yo quería que me pidieras nunca ir. Amamos de formas distintas pero al mismo tiempo muy parecidas. Me enseñaste independencia, a ser letal y a cuidar de los que me importan en lugar de encerrarme en una burbuja; me diste una familia.  Quizá creí entre cuervos, pero ellos no están para sacarnos los ojos. Ellos recuerdan a quien los ha tratado con calidez

De todas las veces que te cruzas por mi cabeza, los sueños son los que más detesto porque sé que apelan a un deseo del inconsciente. Y eso me abruma. Me da miedo.  Temo estar deseando volver a verte o hablar contigo en lugar de ser capaz de dejarte atrás.  Esta noche he visto tu chat y he recibido demasiados mensajes tuyos. En cada uno me decías que necesitabas un favor mío. En esencia, otra vez querías usarme. Ya he tenido suficiente de ello así que recuerdo haber saltado a decirte que no tienes ni una gota de vergüenza; que le pidieras a tu novia que hiciera tales cosas por ti y que me dejaras tranquila porque no cedería otra vez.  Tus respuestas fueron "ella no puede y no le voy a exigir nada". Y te bloqueé una vez más.  La agitación del sueño me siguió al consciente. Desperté con el corazón acelerado y unas ganas tremendas de no verte ni en pintura. ¿Debo entender que mi deseo profundo es comprender que para ti no fui otra cosa que un juguete? 

¿Te ha pasado que tuviste que gritar para que el mundo te escuchara y ni siquiera así fueron capaces de oír a través del clamor de las masas? A mí, sí.  Antes no entendía cómo otros decidían echar a grito pelado las ideas que sabían, les traerían problemas. Hoy entiendo que no hay otra forma de hacerse valer. Uno empieza hablando con respeto, pero con el tiempo sólo la fuerza de la garganta desgarrada es capaz de darnos una pequeña voz.  Por eso somos muchos gritando. Por eso nos enfrentamos a los gobiernos y a la vida, con tal de tener una mejor existencia. Porque con el tiempo aprendimos que no se trata de cuánto tiempo pisas esta tierra sino la marca que dejas. Y no me refiero al recordatorio de una multitud, sino haberte ido sin rencores y dejar un grato recuerdo en quienes tuvieron la suerte y el valor de acercarse y gritar contigo. O por quienes gritaste. Nos dicen que nos rompemos como el vidrio más fino, pero recuerden que ese mismo cristal, transparente y real, también corta c

No sabía cuán distantes estábamos hasta que me atrevía mirar hacia atrás. Corrí más de mil veces a sus pies, postrándome a su merced,  con tal de sentir un poco de calidez. Y como en la mitad de mis momentos vividos no me sentí suficiente (ni lo fui). Hay mil maneras de contar mi decepción, la exclusión, mi tristeza arrastrada por las paredes de la autocompasión. Me hice víctima de mis espejismos e inseguridades, rodé el charco de las insuficiencias mentales, pero sobre todo,  el gran error, dramaticé mi vida para ser la sufrida protafonista. De apoco, intento levantar la cabeza  de este inmundo charco. Cada día es un poco más fácil, con recaídas y todo, y nuestra distancia insalvable se corta con las tijeras del destino. No nací para ser oveja de ese rebaño conservador y conformista. 

Hace mucho que no sé de ti. Me pregunto si estás bien, si de casualidad tú también te acuerdas de mí y de lo inseparables que fuimos en algún punto de nuestras vidas. Una vez al año te escribo una breve felicitación y miro las fotos de tu día especial. De vez en cuando también leo algunas de las cartas que me escribiste. ¿Tendrás guardadas todavía las mías? Yo soy una melancólica permanente, eso no ha cambiado. Todavía me aferro al pasado donde caminamos uno al lado del otro. De vez en vez me pregunto si lo que sentimos fue real. Y por supuesto que me arrepiento cuando, a pesar de conocerme, afirmaste que había cambiado. Nunca debí tomarlo como un insulto: debí aceptar que era verdad.  Lo siento, porque gracias al cielo que fui capaz de cambiar. 

Ya no más mensajes confusos. Hubo un punto de no retorno y ahora te recuerdo lo que eso significa: no te veré más. Pensé en pedirte que respetes la distancia si en algún momento te importé pero no parece correcto: podrías escudar tu constante asecho bajo el pretexto de quererme tanto que no puedes dejarme tan fácilmente. Me parece mucho más correcto anunciarte que si te vi, no te recuerdo y si te conozco tan sólo de vista. Si puedes ignórame, que yo haré lo mismo.  Ya fueron suficientes recuerdos y pretendo que sea la última despedida. 

Sí me enamoré con la primera sonrisa. Te miré sólo por cinco segundos. Breve intercambio  y te llevaste entre tus dedos un pedacito de mi anhelo. Comencé a mirarte más, con atención. ¿Quién iba a decir que el hoyuelo en tu mejilla tendría la medida exacta para un beso? Siguió pasando el tiempo, y tuve otro encuentro breve con otro pedazo de papel que rezaba mis ganas por que me conocieras. Luego ausencia.  Y el reencuentro fue exquisito. Con los brazos abiertos me recibiste. Imagina mi emoción ante el primer abrazo. Buscaba pretextos para tener tu compañía y por momentos sentía que hacías igual. Eres tímidamente la  sonrisa que quiero ocasionar.  

Sólo unas cuantas palabras para ti: No  necesitabas mucho para  volverme dependiente. Quieres tan bonito, que sueño con que alguien me quiera como tú. (que me mire como si en verdad fuera lo más hermoso del mundo)

Es todo lo que quería para ti: mantenerte a salvo.  En retrospectiva, mi única meta siempre fue tu seguridad. Tu bienestar.  Nunca gané nada con ello y tampoco ansiaba obtener algún reconocimiento. Era totalmente un amor altruista y autodestructivo: reconstruía tus paredes mientras sacaba ladrillos de mis muros para construir tu fortaleza de bienestar.  Ese fue mi verdadero error: querer salvarte a costa mía. 

Si pudiera congelarnos en un lugar, en un momento, tú tendrías 15 años y yo, diez más.  Siempre fuiste, siempre has sido y siempre serás la razón por la que cada día pongo un pie fuera de la cama y consigo vivir.  Nunca he dicho con tanta verdad que lucho cada día por estar bien para ti; para abrirte el camino hacia otra posibilidad de ser feliz. Que seas capaz de mirar la vida con más posibilidades, soluciones y caminos abiertos; que dejes los laberintos y las puertas incruzables atrás.  Eres mi más bello tesoro. No naciste de mis entrañas pero eres parte de mí. A nadie amaré más que a tu presencia.  Gracias por nacer y darme luz. 

No sabía que me estaba enamorando de ti hasta que sucedió.  Fue de a poco. En serio no me di cuenta.  Poco a poco me di cuenta que eras la persona con la que más quería hablar. La charla que más esperaba. La razón de mi presencia en ciertos lugares.  Con toda mi inseguridad te seguí al salón. Me atreví a ponerme dos pasas más cerca de tu presencia y escuchar justo en mi oído interno tu sonrisa aparatosa.  Te besé.  Ahí mismo, sin importarme nada, mis dedos se enredaron en tu cabello, los tuyos en el mío y correspondiste a mi beso.  Lo que vino después fue el infierno. Yo sabía que no dejarías a tu esposo. Y entendí también que mi lugar siempre sería el de la mejor amiga.  

¿Cuántas veces tengo que mirarte para que captes alguna de mis pequeñas señales? Desde que tuve tus ojos delante de los míos por primera vez, con tus negras pestañas y esa expresión indescifrable, me gustaste.  Posar mis labios sobre los tuyos después de esa larga espera, me dejó pensando que quizá, sólo quizá, tuviera una oportunidad más de disfrutar de tu cercanía. Me faltaron tus abrazos rodeando mi cintura y mis dedos paseando a través de tu negro cabello. Respirar tu entrecortado aliento.  Cada gesto es una pequeña victoria. Y será el mejor día cuando mi oportunidad llegue de nuevo. Mi oportunidad de decirte con otro beso, que te quiero.