#YoEscriboTerror-Mariposa de plástico
Mariposa de Plástico
Llegué a su departamento lo más rápido que pude. Mis piernas temblaban
y sentía que casi no podrían sostener mi propio cuerpo. Me había comunicado con
su madre una vez había salido del hospital. No supo darme razón. Me dijo que su
hija se había alejado totalmente después de su procedimiento quirúrgico. Se
encerró en su lugar y no dejó entrar a nadie. Sin contacto con el mundo por
cerca de seis meses.
.....................
Ella jamás había sido feliz con
su apariencia, lo sabía muy bien. Pero el día que decidió hacerse la primera
cirugía, yo estaba sorprendida. Era algo de lo que no la creí capaz.
¾
¿Estás cien por ciento segura?
¾
¡Claro que sí! He esperado por esto toda mi
vida. Dame una buena razón para no hacerlo.
¾
Eres alérgica a cerca de diez medicamentos y
nunca has recibido anestesia general. Y mucho menos por tanto tiempo.
¾
Ya, así está bien. Te dije una razón, no tres. —Me
miró con una mueca y desvío la mirada hacia la puerta cerrada de la habitación
de hospital —. Necesito esto. Siento que si no lo hago no podré seguir
viviendo. Para ti puede no tener sentido, pero para mí, es el último bote salvavidas. Sé que entiendes mi situación.
¾
Lo hago.
La abracé con todas mis fuerzas.
¿Qué otra cosa podía hacer? La entendía mejor que nadie. Cuando necesitas hacer
algo para sobrevivir, tienes que hacerlo, y aunque un procedimiento quirúrgico
estético no la libraría de las malas lenguas, la harían más segura de sí.
Al menos esa era mi esperanza.
La operación duró cerca de doce
horas. Yo creí que serían mucho menos, pero parece que no se trataba de “una simple rinoplastia” ni “una sencilla cirugía de doble párpado”.
América tenía una obsesión con
los asiáticos. Decía que eran hermosos en su perfección: narices finas, ojos
grandes, cara redonda, el cabello liso y los labios carnosos. Más de una vez le
dije que sus amados idols eran 100%
producto de la mercadotecnia… pero nunca quiso escuchar.
La rehabilitación fue rápida. En
menos de dos meses ya estábamos visitando nuestros lugares favoritos: el café
de doña Imelda, la pastelería de Sara, el cine frente a la casa de América. Éramos
otra vez, ella y yo. Mejores amigas. Siempre juntas.
Bueno, ella, yo y la docena de
chicos que ahora se peleaban por invitarla a salir.
Todo iba de maravilla por primera
vez. América se encontraba feliz, se tomaba muchas fotografías, salía con casi
todos los chicos que la invitaban a salir, se hizo de muchos más amigos, se
convirtió en alguien mucho más sociable, menos retraída y encerrada en ella
misma. A nadie parecía importarle que se hubiera hecho una cirugía plástica. O
al menos no lo mencionaban delante de su persona. Todo era miel sobre hojuelas.
El problema se presentó algunos
meses después, cuando decidió que aún no era lo suficientemente bonita.
Ante la puerta, las manos se volvieron torpes. Tratar de buscar en mi
bolsa la copia de emergencia fue una espera interminable. Me sudaban las manos,
la frente, hasta los malditos codos. Temía, temía, pero no estaba segura de la
razón. América me importaba demasiado y aun así la había abandonado. Tuve que
vaciar el bolso completo sobre el piso y recoger de una a una cada cosa
esparcida hasta finalmente dar con la solitaria llave. Ahora dependía de que
ella no hubiera decido cambiar las chapas. Inserté la llave con tanta
dificultad como si en lugar de dedos tuviera muñones al final de las manos. La
llave giró.
......................
¾
¡¿Qué harás qué cosa?! -grité exaltada.
¾
Ana, por Yisus, es sólo una cirugía.
¾
No, es otra
cirugía. ¡Acabas de salir de una! No puedes simplemente someterte a otra.
¾
Puedo hacerlo. El doctor Rodríguez ya me ha
valorado. Dice que todo está en orden.
¾ América, ya eres hermosa con lo que te has
hecho. Mira a todos esos hombres que mueren por una oportunidad contigo.
¾
No es suficiente.
Se sometió a la cirugía y se
agrandó los ojos, respingó nuevamente su nariz y se aplanó la frente. La
recuperación duró más tiempo, pero no lo suficiente. Junto a la cirugía, inició
un régimen de alimentación especial. Cuando terminó el tiempo de reposo inició
una rutina de gimnasio tan estricta que me fue imposible seguir.
Un sudor frío me recorrió el cuerpo al dar dos pasos dentro de la
penumbra del departamento. Lo conocía lo suficientemente bien como para andar
en la oscuridad, así que me apresuré a correr en dirección a la habitación. En
mi camino choqué con algo y ese algo cayó al suelo, rompiéndose en mil pedazos.
Me quede un minuto inmóvil, incapaz de poder provocar siquiera un sonido.
Incluso podría jurar que había dejado de respirar. Una tenue luz refulgió en la
habitación que era mi destino; junto a ella, un tarareo que conocía demasiado
bien. Era “Para Eliza” del gran Beethoven. Amábamos esa canción. La
tarareábamos cuando nos sentíamos felices. Me animé a avanzar.
¾
A…Ame…
¿estás ahí?
.....................
Me distancié después de que
anunciara que se haría una tercera intervención. Sobre todo, porque había
perdido bastante peso y la masa muscular aún no se manifestaba en su cuerpo. Yo
veía cómo se destruía y era doloroso no ser capaz de hacer nada para ayudarla.
¾
¿Esta vez no me dirás nada?
¾
¿Te haré cambiar de opinión?
¾
Eso quiere decir que no me apoyas.
¾
No América, no puedo apoyarte en esto. Te estás
destruyendo.
¾
No Ana. No lo entiendes. Esta es mi crisálida.
De aquí emergerá una bella mariposa. Seré hermosa. Perfecta.
¾
Lo eras antes de todo esto.
¾
No sabes cuánto lamento que no lo entiendas.
Se hizo la cirugía para tener un
rostro en forma de corazón. Su mandíbula
fue partida en tres partes, retiraron la de en medio y unieron las otras dos
para formar el pico en V al final de la cara. No podría comer nada sólido por
al menos seis meses.
Continuó con el ejercicio. Al
menos eso es lo que me comentó su instructora hacía dos semanas. “Se ve…
extraña. Hace dos meses dejó de venir y ayer se presentó algo… diferente. Tenía
los pómulos hinchados y las cejas extrañamente levantadas. Le pregunté si se
encontraba bien, pero se limitó a asentir”.
La madre de América fue a
buscarme dos meses después. Me contó que su hija se había hecho nuevos
“arreglos” en la cara, además de algunos procedimientos químicos en la piel para
aclararla. Se le había metido en la cabeza la idea de lucir como un idol asiático en toda la extensión de la
palabra. Su madre había intentado de todo para disuadirla, pero nada había
resultado hasta el momento. Desgraciadamente América y yo habíamos perdido ya
todo contacto y dudaba enormemente que fuera querer verme.
Aun así, lo intenté.
El tarareo continúo con delicadeza, como ella solía cantar siempre. Lo
hacía precioso y diez veces mejor que yo. Me relajaba poder escucharla y solía
ser capaz de dejar ir cualquier rastro de agobio restante. En esta ocasión y,
por el contrario, el tarareo me produjo malestar en el estómago. Me acerqué con
sigilo hacia la puerta de la habitación y empujé la puerta semi abierta para
dejarme paso.
¾
¿Ame? Soy
Ana…
..............
Dejé un mensaje en su
contestadora, le envié uno de texto a su teléfono y otros más en todas su redes
sociales. No obtuve respuesta. Así por al menos tres meses.
El destino entonces decidió
hacerme una jugada extraña. Quizá era el karma manifestándose en mi vida por
haberme quedado de brazos cruzados ante las adversidades que enfrentaba mi
mejor amiga. Por haberme dedicado a ser una espectadora más del montón.
Aquel día fui al hospital por la
cita regular con el odontólogo. Los frenillos me estaban volviendo loca y había
decidido dejar el tratamiento inconcluso. Total, ni siquiera era una mejora
significativa. La cita fue bastante normal y cotidiana; el dentista me
recomendó esperar los seis meses restantes. Llamó al dolor “un mal necesario”.
¾ Por cierto, ¿cómo le va a tu amiga con el
reposo? El doctor Rodríguez me comentó sobre su última intervención. Una
decisión muy valiente y arriesgada, debo decir, aunque no sé si inteligente.
¾ ¿Dis-disculpe…? —sabía exactamente de quién
hablaba, pero necesitaba la confirmación.
¾ América Escobar. ¿Qué no es amiga suya? Recuerdo
haberlas visto juntas en este hospital, en más de una ocasión.
¾ Sí…sí. Es solo que… hace un tiempo que no sé de
ella.
¾ Entonces quizá deberías visitarla. El aumento de
estatura no es un procedimiento sencillo, ni rápido, ni libre de dolor. Deberá
estar en cama hasta su recuperación total, lo cual puede llevar años.
De la penumbra emergió una figura, iluminada apenas por el resplandor
de una vela. No puedo negar que estaba asustada y que un escalofrío me recorrió
la espalda al escuchar el timbre de su voz respondiendo.
¾
Anita…
—cantó con dulzura esa tan familiar y escalofriante voz — has venido a verme... soy tan feliz.
Una esquelética figura se acercó a mí. Parecía una momia, un muerto
viviente, una mariposa enredada entre las sedas de su crisálida rompiéndose
antes de tiempo. Era horrible. Tuve tanto temor que estiré la mano para
encender la luz y la bombilla resplandeció con decisión en aquella habitación,
iluminando todo. Mostrando cada parte del lugar donde la mariposa había
construido su refugio.
¾ ¿Puedes
decirme por qué tardaste tanto en venir? Te estuve esperando por meses. Incluso cuando me enjaularon. Prometiste llegar a tiempo, pero nunca apareciste. ¿Es
porque aún no salgo de la crisálida? Creí que me acompañarías en el proceso.
Eso es lo que habías dicho.
Cuando la luz se hizo en aquella caja pude entender la razón de que, en
un inicio, se mantuviera todo en las sombras. El cuerpo frente a mí era tan
delgado que parecía quebrarse con cada fino movimiento. Parecía que un hilo en
la parte de arriba era lo que la sostenía. Estaba tan delgada. El rostro en
forma de corazón se veía marchito, cansado. Ciertas póstulas que asemejaban al
herpes o a la lepra adornaban los redondos pómulos. La nariz era tan fina, que
casi podría pasar desapercibida en medio de esos enormes ojos rojos y
lagañosos, acentuados por unas cejas que expresaban sorpresa constante. La
sonrisa que se dibujó en los hinchados labios seguía siendo perfecta, pero
había cambiado de color. El espectro dio dos pasos en mi dirección y pude notar
las jaulas en las piernas, prisioneras y llenas de barrotes, se movían despacio
para no tocarse entre ellas. Podía sentir el peso de las rejillas como si
fueran yunques en los míos. Lo cierto era, que el espectro lucía más alto, por
al menos cinco centímetros.
¾
A… Am…
Ame… América… ¿qqq-qué es lo que te has hecho?
La alegría que parecía destilar el espectro se apagó de repente. De
pronto, las vueltas que había comenzado a dar justo después de terminar su diatriba
se apagaron. Eran lentas y cuidadas, pero acabaron como si de un trueno y un
relámpago se trataran. Me miró con ojos vacíos y luego se permearon de dos
cosas contradictorias: duda y reclamo.
¾
¿Qué… me
he… hecho? ¿Yo? ¿Hablas de que yo me
hice… esto?
¾
¿Quién más
podría haberlo hecho?
¾
Fuiste tú.
No podía creer lo que escuchaba. Ahora me estaba culpando de todo lo
que le estaba sucediendo. ¿Cómo podría yo ser la responsable?
¾
Porque tú
me obligaste a iniciar esto.
Ahora se estaba metiendo en mis pensamientos. No podía permitir eso.
Debía salir y conseguir ayuda para mi amiga. Quizá hubiera algo que aún
pudiéramos hacer por su…
¾
Cuerpo
destrozado. Un cuerpo destrozado. Es eso lo que obtuve de ti. Al inicio creí
que realmente pensabas en mi bien, pero cuando me di cuenta de que se trataba
de un truco, era demasiado tarde. Ya estaba aquí, encerrada entre cuatro
paredes y sin poder moverme por mi misma. ¿Acaso ya te olvidaste de cuando me
sugeriste que quizá debería hacerme una cirugía plástica para no tener que
vivir con esa “monstruosa cara” más
tiempo? Todo esto inició por ti. Ahora veo que querías deshacerte de mí.
Mi cabeza dio vueltas. ¿Cómo podía estar diciendo esas cosas América
cuando me opuse totalmente a que se hiciera más procedimientos? Intenté detenerla
porque sabía que esto pasaría, pero no me escuchó. Mi único pecado fue alejarme
cuando decidió continuar con su locura. Mi pecado fue no estar con ella, al
menos como apoyo.
“Y funcionó. Dejarla sola después de las cirugías es lo que la hizo
débil. Mírala, está peor que un fantasma. Es un muerto viviente. Nadie jamás se
fijará en ella. Serás la más bonita. Sólo nos falta un paso para salir de la
crisálida. Estaremos bien. Seremos hermosas y perfectas mientras esa ingenua se
pudre en ese cuerpo decadente”.
Esa voz… la había escuchado antes. Solía acallarla con el tarareo de
América. Cuando pasaba, ella me abrazaba y cantaba para mí. Luego ambas
cantábamos juntas y me sentía feliz.
¾
¡¿De qué
diablos estás hablando América?! ¡Yo traté de detenerte más de una vez!
¾
¿Hasta
cuándo seguirás regando esa versión? ¿A caso ya te la has creído?
“Sólo niégalo. Todos te creerán. Lo único que hemos hecho es usar
frenillos. En cambio, ella se ha destruido el rostro. Si te animas, podemos
acabar con esto rápidamente. Te creerán cuando digas que fue un accidente”.
¾ Primero me
convenciste de que, con un pequeño arreglo, mi cara sería igual que la de un ángel. Que sería preciosa y podría conquistar al chico que quisiera. Que era un procedimiento de rutina y el amigo de tu primo lo haría a menor costo para mí.
Me tomó un tiempo tomar la decisión de cambiar mi nariz y sugeriste que el
doble párpado de mis idols me
quedaría bien. Admito que tuviste razón. Mi nueva yo era más feliz. Pero entonces insististe…
“Oh, recuerdo eso. Épico. Diste tantas razones para convencerla. La
hiciste sentir tan pequeña que tomó la salida simple: hacerte caso. Tu sabías
lo que era la belleza. Ella por el contrario siempre había sido el patito feo.
Si supiera que eso también era mentira. Hacerle creer que las demás personas le
miraban por esa nariz ancha fue lo mejor. Sobre todo, porque a ella le quedaba
bien. Pero te ha seguido siempre. Fue tan sencillo convencerla con el «me
pondré los frenillos para hacerte compañía en el dolor». Repito, fue
épico”.
La cabeza me seguía doliendo y las punzadas se intensificaban cuando
aquella voz confirmaba las palabras de América. ¿Qué estaba pasando?
¾
“Agrandar
los ojos, perfilar la nariz y aplanar la frente no es nada”. Me convenciste de que ya estaba en esto, que sería mucho más fácil hacerlo ahora que el amigo de
tu primo estaba dispuesto. Dijiste que cuando terminaran todos los
procedimientos, sería una nueva y mejorada versión de mí. También dijiste que
estarías a mi lado todo el tiempo. Que incluso te harías algo a ti misma para
que ambas pasáramos por lo mismo. Entonces te pusiste los estúpidos frenillos.
No los necesitabas realmente, pero fue por eso mismo que accedí: estarías
conmigo.
¾
No es
verdad… ¡Eso no puede ser verdad!
¾
Cuando
acabó la cirugía estuviste conmigo, pero sólo para mencionar los otros errores de mi cuerpo: debía bajar de peso y hacer ejercicio para tonificar. Era
chaparra y nadie quería a un minion como novia. Habías traído imágenes de las
nuevas tendencias del kpop. ¡Esas pieles tan lindas! Cinturas delgadas, ojos
enormes, delineados perfectos, pieles blancas, cejas pobladas, pómulos
redondos, esas caras pequeñas, redondeadas, pero con esa forma en corazón tan
linda. Recuerdo que suspiraste mientras aún estábamos en la habitación de
hospital, “Ah, seguro que te quedaría precioso algo así. Aunque claro, sería
después, ya que necesitas un poquito de reposo antes de eso”. Fui tan tonta que
me puse a dieta tan pronto dejé el hospital. Te inscribiste al gimnasio conmigo cuando al fin pude ir, pero luego lo dejaste. Confié en que sería la carga de
tu trabajo lo que no te permitía ir conmigo.
“¿Recuerdas que fue el tiempo cuando saliste con ese chico? Una
relación corta, pero antes de ello él había salido con América. Nos dijo tanto
sobre su apariencia. Ahora le parecía repulsiva, con tantas cosas que se hizo.
Se veía rara en el gimnasio. ¿Recuerdas que lo mismo dijo la instructora? Ya había
comenzada a destruirse sin ayuda. ¡Ja!, lo hiciste bien”.
Esa voz me estaba desquiciando… no podía apagarla y me lastimaba
enormemente el que confirmara todas las atrocidades que América decía. Eso no
era posible… ¡Esa no era yo! No podía ser… no podía ser así… no…
¾
Y entonces,
cuando creí que no te vería pronto, apareciste en el hospital. Justo el día programado para la cirugía. Me puse realmente feliz cuando te vi llegar. En ese
momento ya había comenzado a dudar sobre qué tan buena era la idea de operar mi
rostro. Pensaba en que me iban a partir los huesos. Gritaste y argumentaste
para que me hiciera la operación. Realmente me convenciste de que debería
hacerlo. No puedo decir que me obligaste, pero de alguna manera quería
complacerte. No habías tenido ni un solo ataque desde que inicié con la
transformación y me hacía bien verte contenta. Yo creí que por mí.
¾
¿A…ataque?
¾
“Ya falta
poco para salir de tu crisálida, ¿no lo ves? ¡Todo está casi listo! Serás
hermosa y perfecta. Serás tú. Una bella y radiante mariposa”. Cometí el error
de creerte. Me envolví en tus mentiras y luego simplemente desapareciste. Ni
siquiera mi madre pudo dar contigo. Ella que me suplicaba que no hiciera más
cosas a mi misma.
“Eso fue cosa fácil. Sólo tuvimos que decirle a esa tonta mujer que su
hija estaría bien. Que en cuanto te desocuparas de tanto trabajo irías verla.
Incluso te dio llave de su departamento y confió en ti cuando le dijiste que te
quedarías al pendiente mientras ella se iba de viaje de negocios. Te creyó
porque le informabas cada vez cómo evolucionaba su hija. Si supiera que jamás
volviste a verla…”.
Tragué con fuerza. Recordé, por tan sólo una fracción de segundo, la
silueta de la madre de América frente a mi departamento, pidiendo que estuviera
con ella. El sonido de una llamada fugaz donde mi voz decía que América estaba
mejorando. Y entonces recordé porqué había venido al departamento. Mi
odontólogo me había sugerido venir. Lo había hecho porque necesitaba comprobar
que América estaba bien.
“Necesitábamos saber si seguía con vida. Mi pronóstico era que estaría
al borde de la muerte y que sólo tendríamos que informar que su cuerpo inerte
fue encontrado sobre su cama. Pero parece que tiene más fuerza de voluntad.
¿Qué te parece si acabamos ya con esto? Te repito, haré que todo parezca un
accidente.
¾
América
yo… no puedo creer lo que estás diciendo.
¾
Quizá
Anita no pueda creerlo, pero Amelie seguramente sí. Estás hablando con ella, ¿no? ¿o acaso es ella la que ahora tiene el control?
¾
Así es
niña. Anita tiene una pequeña siesta justo ahora.
¾
¿Entonces,
ya vas a terminar conmigo?
¾
Debiste
seguir tarareando. Así Anita te hubiera creído. Eres el último paso para que al fin salga de la crisálida. Si desapareces, Ana también.
¾
Ana te
vencerá. No te tengo miedo.
¾
Entonces,
¿por qué retrocedes? Ese pequeño cuchillo que tienes en la mano no te servirá
de nada. Lo haré rápido, en honor a todo el cariño que Anita sentía por ti.
....................
Que, qué???!!! Se me erizó la piel completamente... Dios, no voy a volver a ver a los idols de la misma manera D:
ResponderEliminar¡Wow! Amé el final
ResponderEliminarOH POR DIOS!
ResponderEliminarSol está increíble esta historia, me dio escalofríos y el final me dejó en shock!
Esta mega intenso! Excelente relato \O/
¡Un abrazo! ^^